Cuando Eva abrió los ojos, encontró a Harold mirándola. Sus ojos agudos le perforaban la piel. Intentó sentarse, pero él sujetó sus hombros y la empujó de nuevo hacia la cama.
—Tanto ha sucedido en la última semana, Evangelina. —Su voz era suave, tierna y dulce. Su rostro tenía esa sonrisa suave que ella había conocido durante mucho tiempo, pero ya no iba a dejarse engañar. —Pensé que aprenderías de tus errores pronto. Por eso intenté complacerte, pero estás dando por sentada mi amabilidad. ¿Hmm?
—.... —Eva lo miró incrédula. ¿Estaba loco? —¿Llamas a todo esto amabilidad? Forzarme en tu cama o usar a mi hermana para lastimarme... ¿Qué es exactamente la amabilidad para ti? —siseó con veneno en su voz cuando sus ojos se estrecharon.