—Así que has vuelto —sonrió con una burla en su rostro, pero sus estoicos ojos no parpadearon.
—¿Qué quieres, Hazel? —Su fría voz y respuesta cortante no afectaron a la chica.
—Te quiero a ti, Damien. Te lo he dicho tantas veces. Buscas una mujer con quien casarte y yo soy la mejor candidata que puedes conseguir. ¿Por qué pierdes el tiempo pensando? —levantó una ceja, la mirada fría le dijo a Damien que ella ya lo sabía.
—La estás buscando a ella. ¿No es así? —¡Ja! Una risa seca escapó de sus labios cuando su expresión no cambió. —Ella está casada. Se casó hace mucho tiempo. No puedes ir en busca de una mujer casada, Damien. Perderás todo tu respeto y los ancianos nunca lo aceptarán —el hombre se rió y la miró con desprecio.
—¿Y ellos aceptarán a mis parientes de sangre? Debo decir, los estándares que tanto valoras solo son hipócritas en mis ojos —ella se mordió el labio ante eso. Sus ojos se apagaron pero no iba a rendirse en esta lucha.