—¡Tsk! Nunca pensé que tomarías gusto por hacer libros de contabilidad, hermana —Hazel se cruzó de brazos y miró con desdén a Diana, quien sostenía un diario en sus manos.
Había un cálculo de las facturas de donación que Eva había pasado. Diana se sorprendió al saber que la donación era tres veces la cantidad del gasto mensual de Eva. Qué clase de mujer era ella. Cuando levantó la cabeza, Diana notó que Hazel la miraba fijamente a ella y luego al diario con el ceño fruncido.