—¡Damien! —Fue el momento más raro cuando Cotlin se atrevió a llamar a su maestro por su nombre. Pero la rabia en sus ojos le dijo a Damien que a Cotlin no le importaría incluso si le dieran la pena de muerte. Eso era cuánto le importaba Cotlin a Damien. Y Damien estaba agradecido por ello. El hombre había sido una fuente continua de calidez y consuelo para Damien en los últimos años.
Pero... eso no significaba que estuviera ciego para olvidar su pasado. Tampoco podía ser tan egoísta. —No puedes juzgar toda tu vida por un momento equivocado. Pero... —Cotlin tomó una respiración profunda. Y su rostro volvió a la normalidad, luciendo pacífico nuevamente. —Si quieres decirle la verdad, díme al menos un mes. Prometo que la ayudaré en su venganza. Una vez que haya terminado, puedes decirle la verdad de que has matado... —hizo una pausa. Sus ojos temblaron mientras miraba hacia la puerta.
Eva estaba allí con la cara roja. Sus ojos atónitos dieron una sensación ominosa a Cotlin.