Hazel estaba sentada en la sala con el rostro sombrío. No podía creer que le hubieran pedido esperar a Damien. ¿Por qué? ¿Por qué estaba sentada como si fueran extraños? Su corazón ardía con la idea de que Evangelina estaba con él mientras que ella no. ¿Qué sabía esa mujer sobre Damien? ¿Qué había hecho ella para merecer estar con él?
Pero cuando se abrió la puerta de la habitación, su rostro mostró una amable sonrisa. Mientras Evangelina entraba, Hazel se levantó y hizo una reverencia, sosteniendo su falda y presionando las manos de Evan.
—Su gracia, es un honor para mí finalmente conocerla —su voz suave estaba llena de dulzura y su sonrisa era afectuosa, otorgando un encanto tierno de su juventud y buena educación.
—Me disculpo por venir sin cita previa. Espero no haber alterado sus planes —una mirada de preocupación cruzó por sus ojos mientras miraba a Evan y luego detrás. Un destello de decepción apareció en sus ojos y se desvaneció.