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—Yo... No tenía la intención de ofenderos, su gracia —Olga inclinó su cabeza con prontitud, pero Eva solo rodó los ojos.
—Esa es la razón por la que me sigues cuando ya te he dicho que tus servicios no son necesarios y que puedes retirarte por la noche —Olga tragó saliva, abrió la boca, luchó por encontrar las palabras, pero no salió ninguna.
Sabía desde el principio que a Ana no le caía bien. Pero la duquesa nunca había sido explícita al respecto, excepto hoy. Ella solo seguía las órdenes dadas por su gracia. No entendía por qué la duquesa no podía entender algo tan sencillo.
Cuando se dio cuenta de que los ojos de Eva se volvían más fríos, inhaló profundamente y se obligó a asentir.
