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—Una mujer como esta, tan dócil, su piel suave como la seda, sus manos hábiles e impredecibles, sus uñas clavándose en su espalda mientras sus caderas se levantaban bajo él, era un sueño para guiar a un hombre a casa desde la oscuridad. Y ella era su esposa.
—Él apartó el escote de su camisa mientras ella lanzaba su camisa al suelo.
—Nunca la había visto completamente desnuda. Sus labios encontraron sus descansos, puso su boca en su pezón endurecido y ella jadeó.
—Él mamó, tomándola entre sus dientes, moviendo su lengua para extraer, como por arte de magia, otro sonido de su garganta—más agudo, casi desesperado mientras se retorcía bajo él.