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—Eva sujetó sus mejillas y lo besó. Sus ojos se abrieron de par en par con la sorpresa, pero poco a poco se dejó llevar.
—Esa pena bullía dentro de él, embotando su ingenio; su tacto era como un oasis después de caminar por edades en un desierto seco. Sus labios eran calientes. En los últimos meses, había dominado el arte de besar. Ya no era descuidada como antes.
—Abrió su boca para ella, y ella saboreó su lengua, y la sorpresa fue elemental; empezó en sus huesos. Su respiración sobresaltada llenó sus pulmones con el aroma de ella, el suave sabor del chocolate que amaba. Sabor a sal que debía haber venido de sus lágrimas. Trató de succionar su aliento de sus pulmones. Pero aún no había dominado el arte de respirar mientras besaba.