—¿Ya se fueron? —Jean estiró el cuello para ver a los caballeros. Curiosamente, no parecían tales. Quizá habían cambiado sus ropas y comportamiento para ocultar su identidad.
—¡Oh, cómo quisieras! Estoy segura de que estarán parados afuera planeando su siguiente paso. Pronto volverán —Ella ajustó el mantel de la mesa correctamente. Pero, ¿funcionaría? ¿Y si buscaran la habitación?
Ella tragó saliva. —Jean... ¿Necesito un último favor? —El hombre la miró a la cara, dolorida, y asintió. Qué irónico ver a una mujer tan fogosa tan indefensa y vulnerable ahora. Si tan solo hubiera sido él quien le importara. Pero él sabía que no podía imponer amor a alguien. Y este tipo había ganado la carrera ya.
—¿Puedes salir por el balcón? —Está bien, aceptó demasiado pronto.