—Ella piensa en mí todo el tiempo. Incluso si es odio, estoy en su corazón. ¿Dónde estás, vuestra gracia? —Las palabras atormentaban a Damien como una maldición echada sobre él. En el momento en que Eva susurró ese nombre maldito, el hechizo se activó y la dejó ir inmediatamente.
Ella pensaba en él en todo. Ya sea que se acercase a él, preparase cuentas, cocinase o visitase el jardín. Tienen recuerdos por todas partes y Eva estaba atada a ellos. Pero cuando se trataba de él… apenas tenía algo que recordar. El pensamiento le dejó un sabor rancio en la boca. Todavía era un extraño para ella.
—Damien...
—Pareces agotada Evangelina. Solo quería decirte que deberías descansar. —la interrumpió y le cerró los ojos. Eva parpadeó. Pero cuando miró sus ojos oscuros y su rostro pálido, suspiró. Al fin y al cabo, era agotador. Quizás ambos estaban cansados y necesitaban un descanso. No podía lanzarse sobre él cada vez que lo veía, aunque fuera su esposo.