El hombre levantó su puño contra Damien, quien se mantuvo ahí como una estatua. Él no levantó su mano para defenderse. Pero antes de que el sirviente pudiera golpear a Damien, los sirvientes que habían traído bolsas llenas de monedas de oro, bloquearon el ataque.
El sirviente se debatió y aplicó más presión pero otro sirviente llegó y lo bloqueó. Aunque lo intentó cuatro veces, los sirvientes no le dejaron alcanzar a Damien.
Cuando sus ojos se encontraron, Damien soltó una carcajada burlona.
—Así es cómo debería comportarse un sirviente —dijo Damien mientras las palabras salían de su boca. Miró a Harold de nuevo. Harold estaba fulminando al sirviente con la mirada, pero se tranquilizó en cuanto notó la mirada de Damien.