Decir que eran marrones era un insulto a sus ojos...
Sus ojos parecían chocolate con leche derretido con destellos dorados brillando a lo largo. Me hacía querer perderme en ellos. Y no podía decir si eso era algo malo o no.
Al menos si mi nuevo comprador lo mantenía cerca, tendría a alguien a quien mirar cuando no estuviera sanando.
Hablando del nuevo comprador... —Lamento no haber estado en mi jaula. No la pude encontrar —dije en voz baja, apartando la vista de él. Con Alfa, siempre era mejor admitir el error antes de que él te lo señalara. Juraría que los castigos eran siempre peores cuando tenía que decirte lo que hacías mal.
Sus ojos preciosos se agrandaron por un momento antes de que girara tan bruscamente que me hizo estremecer.
Por Dios. Sabía que no era una reacción normal... Necesito ser normal. Tenía que ser normal.