Un mes después, Xu Xiang, Mu Yucheng y Ying Shiyi aterrizaron frente a una entrada de una aldea. Mirando la entrada familiar y a la vez desconocida frente a ella, Xu Xiang preguntó:
—Yucheng, ¿nos equivocamos de lugar?
Mu Yucheng tampoco estaba seguro, porque la entrada de la aldea de la tribu Xiuluo no se veía así. Sacudió la cabeza y dijo:
—... No estoy seguro.
Los dos miraron en silencio el césped verde y los árboles al lado del camino, y los cultivos en la tierra de cultivo. Justo cuando no estaban seguros de si habían llegado al lugar correcto, una voz familiar vino desde la entrada de la aldea.
—¡Xu Xiang! ¡Finalmente regresas!
Al escuchar la enérgica voz familiar, Xu Xiang y Mu Yucheng se voltearon. Antes de que pudieran ver claramente al dueño de la voz, alguien corrió hacia ellos. Instintivamente, Mu Yucheng se colocó frente a Xu Xiang. Levantó la mano y sostuvo la cabeza del chico.
—¡Ay! ¡Suéltame!
