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—La terrible carnicería causada por la mujer Skorpionkin y su contingente de soldados era aún más evidente cuando entramos al palacio —los gritos y alaridos que resonaban por el edificio con su elaborada construcción nos dejaban saber cuán brutal había sido la mujer al empujar a sus soldados.
—Los cadáveres de los Pretores yacían alrededor de la entrada, sus cuerpos rotos y sangrantes por los poderosos golpes de su Gurz y las armas de las tropas.
—Algunos se aferraban desesperadamente a la vida, murmurando dolorosamente mientras entrábamos, sus ojos huecos buscando una vía de escape.
—Caminando por el pasillo lleno de cadáveres, observé el palacio dorado y los diversos cojines de terciopelo, muebles adornados con gemas y retratos, armamento decorativo, vitrales... Todo el palacio rezumaba una opulencia injustificada, pasando de ser una muestra de riqueza y poder a convertirse en un templo a la vanidad y el desperdicio.