Golpeando la puerta con mis nudillos, hablé lo suficientemente alto para que La Leona dentro me oyera claramente.
—Adelina, es Jahi Asmodia; ¿puedo entrar?
Esperando unos momentos, escuché algunos ruidos dentro de la habitación antes de que una mujer tosiera, respondiendo con una voz cansada.
—Pasa...
Asintiendo, abrí la puerta y entré, acercándome a la mujer de cabello dorado que estaba acostada en la cama, su largo cabello fluyendo hacia su pecho.
Las mejillas del Comandante estaban ligeramente hundidas, y sus ojos estaban llenos de arrepentimiento y dolor mientras nos miraba, solo para mirar hacia la ventana a su lado momentos después.
Tomando una de las sillas de la habitación, me senté junto a Adelina y esperé, observando a la usualmente confiada Comandante de una Legión.
Ella no volvió a mirar, ni habló bajo mi mirada, y suspiré mientras sacudía la cabeza.