—Cuando termines... de divertirte con el humano, comienza a extraer información de ella y de Eusa aquí, por favor —dijo Jahi lanzándolo al orco a mi lado.
Asintiendo, sonreí ante el rostro flácido de Tris, lágrimas corriendo por sus ojos.
La mujer sollozaba bajo mí, sus ojos llenos de arrepentimiento y odio mientras me miraba fijamente.
No tenía ni un rasguño en su cuerpo, lo que hacía la escena aún más confusa y preocupante para el orco.
Chasqueando la lengua, creé una banda de hielo sobre los ojos y oídos de Eusa, privándola de sus sentidos por el momento.
No quería arruinar la diversión, después de todo.
Habían pasado unos minutos desde que Tris y yo empezamos a conocernos, así que decidí que debería mezclar los negocios con el placer.
Tomando el puñal, observé cómo su sangre carmesí se congelaba en la hoja de acero, cayendo al suelo como pequeños cristales escamosos.