De pie sola en la cocina, tarareaba felizmente mientras preparaba nuestro desayuno, decidiéndome por un simple plato de arroz para empezar el día.
No sabía por qué, pero tenía antojo del sabor básico de un plato de arroz al vapor, coronado con unos huevos revueltos y cebollas de verdeo...
Sonriendo, terminé gradualmente cada plato, echando un vistazo por encima del hombro mientras veía a una somnolienta Leone arrastrarse hacia mí.
—Buenos días...
Riendo, levanté una ceja mientras Leone se paraba detrás de mí, apoyando su cabeza en mi hombro.
—Buenos días, Leone.
Separando los platos, coloqué rápidamente una mano sobre su boca abierta mientras intentaba hundir sus colmillos en mi cuello.
—Lo siento, pero te dije que no antes de la Academia. Toma.
Leone hizo pucheros mientras miraba mi muñeca extendida, antes de encogerse de hombros.
Esperaba que el alto placer que recibía cuando bebía de mi cuello no ocurriera con mi muñeca...
