—Hmm... En realidad, ¿qué tal algo de obsidiana? Antes le di una amatista bastante grande... —musité mientras imaginaba cómo le quedaría en el dedo a Anput.
—dijo el enano Narde antes de devolver el anillo al contenedor.
—Abrió la boca mientras miraba alrededor, estaba a punto de hablar cuando escuchamos abrirse la puerta, el pequeño timbre adjunto al marco de la puerta tintineando mientras alguien entraba a la tienda.
—La persona que entró era más alta que yo, sus grandes cuernos con puntas carmesí casi raspando el techo de la tienda, lo que la obligaba a inclinar la cabeza hacia un lado.
—A juego con sus cuernos estaban sus profundos ojos rubíes, y miraba alrededor con los labios fruncidos, arrugando sus inmaculadas facciones de zafiro.
—Girando la cabeza hacia mí, levantó una ceja antes de decir:
—¿Qué demonios haces fuera de la Academia, mocosa?