—¡¡¡! —Sentada de un golpe, Alicia miró a su alrededor desconcertada.
—¿Qué demonios ocurrió? —frunció el ceño.
Lo último que apenas podía recordar era abrirse paso a través del rift para alcanzar Términus una vez más después de que Tiamat la sellara en el reino personal. Después de eso, todo se volvió oscuro.
Mirando hacia sus manos, notó que su atuendo estaba prácticamente en harapos, pero no estaba herida en absoluto.
De hecho, se sentía como si la pelea hubiera sido simplemente un sueño de no ser por el dolor punzante que permeaba todo su cuerpo. Incluso el movimiento más leve hacía que su cuerpo se contrajera y se retorciera de dolor.
Intentando ignorar esto, Alicia miró a su alrededor para tratar de entender dónde estaba.
Ahora mismo, estaba acostada en una plataforma rocosa rodeada por altas paredes de piedra y cadenas. Un extraño resplandor rojo emanaba de abajo, pero extrañamente, no sentía ninguna presión sobre su cuerpo. Era como si ya no estuviera en Términus.