Sintiendo la opresiva presión cayendo sobre ella, Alicia se encontró incapaz de moverse. Aun con la ayuda de sus llamas violetas, sus extremidades estaban pegadas al suelo y ninguna cantidad de fuerza podía levantarlas.
Mientras tanto, Tiamat observaba a Alicia en silencio mientras sus gruñidos bajos sacudían la tierra debajo de Alicia.
Al mirar al Señor del Abismo sellado, Alicia podía ver dos cuernos demoníacos coronados en la cabeza del dragón, espiralando hacia el cielo. Cada cuerno, agrietado y dañado, revelaba un flujo de energía carmesí oculto por la primera capa.
A lo largo de los bordes del cuello de Tiamat había filas tras filas de picos negros dentados que transitaban a un rojo luminoso en las puntas.
Un par de ojos malévolos miraban hacia abajo a Alicia. Cada ojo tenía la intensidad del sol mientras Alicia sentía que iba a morir solo con la mirada.