Despertando por la mañana, Alicia se sentía aturdida y tenía un leve dolor de cabeza mientras miraba su cama.
Notó que se había quedado dormida abrazando su botella de aguamiel y frunció el ceño antes de ponerla en la mesa.
Al vestirse, echó un vistazo por la ventana y vio que la calle parecía estar abarrotada de guardias.
«¿Podría ser por lo que ocurrió anoche?», pensó Alicia para sí misma, ya que los problemas en los barrios bajos eran claramente antinaturales.
Al bajar las escaleras, notó que Ria aún no se había despertado y supuso que debía de estar exhausta. Además, siempre le costaba por las mañanas.
—¿Puedo tener un desayuno sencillo, por favor? —pidió Alicia mientras se sentaba en el mostrador.
—Por supuesto. Además, creo que tengo un envío para ti hoy de 10 botellas de aguamiel. ¿Quieres que te lo lleve a tu habitación más tarde? —respondió la posadera.
—Llévalo a mi habitación, por favor —bostezó Alicia.