—Con Alice cargando contra él con una ola de llamas y Ria saliendo de su escondite, el Campeón se encontraba en un ligero dilema.
No temía ser incapaz de detener a las dos. De hecho, le preocupaba cuánta fuerza debía emplear. Para él, no eran más que jóvenes que ni siquiera podían considerarse Cazadores adecuados.
Si los hubiera encontrado en la naturaleza, les habría hecho una mueca antes de dar media vuelta, sin querer gastar su fuerza en matar algo tan débil. Si quisiera, podría acabar con su vida con un chasquido de sus dedos.
Pero eso no era lo que quería. Su orgullo como bestia al borde de alcanzar la grandeza se interponía en su camino.
Era un desafío en su propia mente. Si estos dos lo obligaban a descruzar los brazos y usar más poder del necesario, entonces era un insulto a su estatus. Sin embargo, si ahora desvía su enfoque de Alice, las extrañas llamas lo atacarían.