Aprietando los dientes, Alice intentaba ignorar el dolor de cabeza punzante que le causaba la pérdida de sangre.
La adrenalina bombeaba constantemente en su cuerpo, ya que no podía permitirse el lujo de aminorar la marcha ahora. En el momento en que lo hiciera, moriría a causa del behemoth de árbol que la perseguía.
Al mirar atrás, podía ver la figura emocionada del pequeño árbol al que había perdonado.
—¡Montaré tu cabeza en un palo y la quemaré hasta convertirla en cenizas! —gritó Alice enfadada al alcanzar su límite. Realmente se arrepentía de no haber matado a la bestia cuando tuvo la oportunidad. La había perdonado por miedo a no poder luchar más, pero hacerlo solo empeoró las cosas.
Si hubiera conocido este resultado, lo habría matado aunque fuera lo último que hiciera antes de desmayarse. Al menos entonces estaría relativamente segura.
Llegó al punto en que constantemente lanzaba insultos hacia el dúo que la perseguía, aunque normalmente no hablaba mucho.
