—Este lugar se creó hace unos cinco años —afirmó Scott con los ojos todavía cerrados como si estuviera cansado—. Hay más de mil de ellos dispersos por esta ciudad y aún más en casi todas las ciudades de este país... y aún más en todo el mundo.
—Eso debe haber costado una bonita suma —dijo Lucien.
—No tienes idea —añadió uno de los hombres que estaba de pie con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Estamos aquí para proteger tanto a hombres como a mujeres que fueron abusados por su familia, un ser querido o una compañera. Es nuestro trabajo interponernos entre ellos y el mundo exterior hasta que puedan enfrentarlo —continuó Scott.
Lucien se recostó en su silla y asintió con la cabeza. —Eso explicaría la cantidad de seguridad por la que me hicieron pasar —dijo, levantando las manos para mostrar que todavía estaban atadas con las esposas de plata—. No había forma de que pudiera transformarse y como humano...