—Realmente pensé que tu compañera ya habría llegado —gruñó el Doctor Gray al entrar en el laboratorio donde me encontraba. Había sido llamado a una reunión con el Comandante, y claramente, no estaba impresionado con lo que había aprendido.
Pero cuanto más tiempo habíamos pasado juntos, más habíamos creado una extraña y distorsionada amistad. Eso había resultado en una tregua tentativa entre nosotros que era suficiente para que me permitiera tener una manta cubriéndome, y yo no retuve ninguna información sobre lo que él quería saber.
Eso sí creó un pequeño contratiempo cuando el Comandante entró y vio la manta, había exigido saber por qué ya no estaba desnuda y si el Doctor Gray se había ablandado con los freaks.
—Él había respondido que no era que me estaba dando la manta por mi propio confort, sino más bien el suyo. Tener que ver mi cuerpo desnudo todos los días estaba empezando a revolversele el estómago.