Los curanderos trabajaban frenéticamente sobre la forma inmóvil del rey, sus manos brillando con una luz calmante mientras trataban de estabilizarlo.
Pero a pesar de sus mejores esfuerzos, la condición del rey continuaba empeorando, sus respiraciones se hacían más superficiales y su rostro tomaba un tono enfermizo de azul.
Todo el tiempo, Melisa solo podía pensar en que probablemente iba a ser decapitada pronto por algún caballero particularmente molesto.
—Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda...
Melisa observaba horrorizada cómo la situación se deterioraba, la desesperación en la habitación aumentaba hasta alcanzar un punto febril.
Nobles y sirvientes por igual susurraban y murmuraban, sus voces teñidas de miedo e incertidumbre mientras el rey se retorcía y ahogaba de vez en cuando, y el corazón de Melisa amenazaba con salirse de su pecho cada vez.