Mientras los sirvientes sacaban su comida, Melisa no pudo evitar notar una vista peculiar.
Cada plato, desde las carnes sabrosas hasta las verduras coloridas, estaba siendo espolvoreado con un fino polvo brillante.
«¿Qué demonios es eso?», se preguntaba Melisa, frunciendo el ceño. «¿Algún tipo de condimento real elegante?»
Echó un vistazo a la mesa frente a la Reina Melara, observando cómo los labios de la monarca estaban apretados en una línea delgada, sus ojos entrecerrados mientras observaba a Melisa con una expresión que solo podía describirse como desdén apenas oculto.
«Bueno, a alguien no le agrada mi presencia», pensó Melisa irónicamente. «Supongo que no debería esperar una cálida bienvenida de todos».
El Rey Aldric, por otro lado, se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con curiosidad mientras fijaba su mirada en Melisa.