Javir se apoyaba en la barandilla del balcón, sus agudos ojos verdes inspeccionando el evento abajo. Su cabeza descansaba sobre su palma derecha, su mano izquierda sosteniendo una copa de vino mientras un sutil puchero tiraba de sus labios.
La pista de baile era un torbellino de color y movimiento, las parejas girando y balanceándose al crecer de la música. La única indicación que Javir daba para sugerir que siquiera escuchaba la música era el golpeteo de su pie contra el suelo porque la atención de Javir estaba enfocada en otra parte.
Escanenado una cara tras otra, Javir catalogaba a cada persona que veía.
«Agendas, tramas, complots, todos en susurros callados y conversaciones cuidadosas...», Javir suspiró.
Era agotador solo mirar.
«Algunas cosas nunca cambian», pensó con ironía, tomando un sorbo de su vino. «Los jugadores pueden ser diferentes, pero el juego sigue siendo el mismo. Me estoy cansando solo de observar».