{Melisa}
En el tranquilo santuario de la biblioteca, Melisa y Armia se sentaron una al lado de la otra, con algunos libros abiertos frente a ellas. El suave resplandor de las lámparas de cristal espiritual cercanas proyectaba una luz cálida sobre sus rostros.
Era extraño. Melisa se sentía tan pequeña cerca de Armia cuando se conocieron por primera vez.
Bueno, todavía lo hacía, en un sentido literal. Pero, ahora, no era algo malo. Ahora, mientras estudiaban juntas, Melisa sentía una sensación de confort en su presencia.
Sin pensar realmente en ello, Melisa se acercó más a Armia, rozándose los hombros.
Si Armia lo notó, no dijo nada, su atención seguía concentrada en los intrincados diagramas de signos de conjuro frente a ella.
—Me pregunto —Armia reflexionaba, dando golpecitos con un dedo garrado en la página—, tal vez tengo que añadir unas cuantas líneas al hechizo aquí...