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—¡Mamá, Papá, ya estoy en casa! —gritó Melisa al entrar—. ¡Y traje una amiga!
Armia se estremeció con la palabra 'amiga', pero forzó una sonrisa mientras los padres de Melisa emergían de la cocina de este bastante grande mansión, abriendo sus ojos ante la vista de la chica dariana.
—Oh, hola —dijo Margarita, su voz cálida y acogedora—. Es encantador verte una vez más, señorita...?
—Escama del Ocaso —proporcionó la dariana, inclinando su cabeza cortésmente—. Armia Escama del Ocaso. Es un placer conocerles... de nuevo.
El hombre, a quien Armia no había visto la última vez, sonrió, secándose las manos en un paño de cocina.
—El nombre es Melistair. Es un placer —extendió la mano antes de darse cuenta de que aún estaban húmedas y soltó una risa incómoda para pasar el momento.
Melisa asintió, ya jalonando a Armia hacia la puerta trasera.
—¡Estaremos en el jardín si nos necesitan! —gritó por encima del hombro, guiando a Armia afuera hacia el cálido sol de la tarde.