{Armia}
Armia estaba sentada en el jardín, aún demorándose en la casa de Javir. Sus escamas doradas capturaban la luz del sol de la tarde mientras estiraba las piernas frente a ella, con la mirada fija en el cielo.
La chica dariana se movió, haciendo una mueca de dolor. Aún le dolía el trasero después de la ardua labor que Isabella le había hecho antes.
Se sentía tanto excitada como avergonzada solo de pensarlo.
—Joder, esa pequeña... realmente hizo un número en mí —pensó Armia, su mano frotándose inconscientemente la espalda baja—. Su pene ni siquiera es tan largo. ¿Qué diablos?
Armia soltó una risita. Era extraño. El duelo por su hermano aún pesaba en su pecho, un dolor sordo y constante. Pero la visita inesperada de Isabella había... no lo había borrado, exactamente, pero lo había relegado a un segundo plano por un tiempo.
No solo la visita de Isabella, sino también la de Melisa.