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La pesada puerta de madera chirrió al abrirse, revelando una vista que hizo que el aliento de Aria se cortara en su garganta.
Hileras tras hileras de estantes de libros se extendían frente a ella, desapareciendo en las sombras de la habitación cavernosa. El aire estaba espeso con el aroma rancio del pergamino viejo y las encuadernaciones de cuero, un olor que hablaba de secretos largamente enterrados.
La Señora Belstadt entró en la sala, sus túnicas negras ondeando detrás de ella como alas de oscuridad.
—Bienvenida, Su Alteza, al verdadero corazón de la historia de Syux —dijo la Señora Belstadt.
Aria entró, sus tacones chocando contra el piso de piedra. El sonido resonaba en el amplio espacio, haciéndola sentir pequeña e insignificante.
—¿Qué es este lugar? —preguntó, su voz apenas por encima de un susurro.
Los ojos violeta de la dama brillaban en la luz parpadeante de las velas.