El resto de la noche pasó en un torbellino de brindis celebratorios, música animada y lenguas batallando por Melisa.
Ella iba de grupo en grupo, su risa resonando por encima del caos de la música. El vino fluía libremente, los músicos tocaban con renovado vigor y la tensa atmósfera de la gala se desvaneció en un alivio embriagador y casi maníaco.
Los caballeros trabajaban para asegurarse de que nada más sucedería esta noche, pero por lo que a los nobles concernía, era como si nada hubiera sucedido en un principio.
[¡Carajo, qué noche!]
Se encontró en la pista de baile, su cuerpo moviéndose en perfecta sincronía con la música. Los nobles que la habían despreciado apenas unas horas antes ahora clamaban por la oportunidad de bailar con ella, sus manos deteniéndose un poco más de lo debido, sus ojos vagando hambrientos por sus curvas.
Melisa se regodeaba en todo, disfrutando de la atención y adoración.