—El viaje a través del bosque montañoso de Nanshan había sido a la vez encantador y agotador —dijo Xu Feng. Podía sentir el peso del mundo desvaneciéndose de sus hombros mientras descansaba contra el cuerpo robusto de Xuan Yang, el ritmo de sus pisadas lo arrullaba hacia un estado de relajación pacífica.
—El bosque se había transformado a su alrededor, el dosel antes denso y ominoso daba paso a parches de luz solar moteada que se filtraba a través de las hojas. El aroma calmante de menta y eucalipto llenaba el aire, haciendo que cada respiración se sintiera refrescante e vigorizante —continuó Xu Feng. Era como si la naturaleza misma estuviera serenando a Xu Feng, ofreciendo una melodía tranquila para acompañar su viaje.