Xu Hu Zhe observaba cómo la intensa mirada de Xu Feng permanecía fija en el serpiente inerte extendido en el suelo del bosque. No pudo evitar maravillarse por la completa falta de autoconciencia que su benefactor mostraba en esta situación casi peligrosa.
Quería reír y llorar al mismo tiempo.
En su extraña asociación, era Xu Feng quien a menudo actuaba impulsivamente, lanzándose de cabeza en terrenos desconocidos sin la cautela que uno esperaría.
Por otro lado, Xu Hu Zhe había aprendido a ser aún más vigilante y cauteloso durante su tiempo juntos. Había perfeccionado sus habilidades bajo la guía de Xuan Jian, Jie, Bo, e incluso los otros sirvientes que habían llegado a la finca Nanshan de Xuan Yang habían reconocido su dedicación y determinación.