Mientras Xu Feng yacía en el cálido abrazo de Xuan Yang y el calor residual de Xuan Jian se desvanecía, no pudo evitar sentir una extraña mezcla de emociones. Vergüenza, bochorno y un persistente sentido de vulnerabilidad giraban dentro de él.
Acababa de llorar como un bebé, sollozando incontrolablemente hasta que apenas podía recuperar el aliento. Incluso cuando era un niño, había sido conocido por su contención emocional y la habilidad para controlar sus sentimientos.
Esta repentina explosión destrozó sus propias percepciones de quién era.
—No conozco a ger —resonaba en su cabeza una y otra vez.
En cualquier otra circunstancia, podría haberse sentido mortificado por su propia falta de compostura, pero no podía negar la realidad del último día y medio. La existencia de un hermano menor, Xu Zeng, fue una revelación que lo sacudió hasta lo más profundo.