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Xu Feng entró cautelosamente al edificio que albergaba los restaurantes, con su bate de béisbol metálico firmemente agarrado en sus manos. El aire en el interior estaba viciado y un ligero olor a descomposición perduraba. El interior estaba débilmente iluminado, con algunas ventanas rotas y muebles volcados, evidencia del caos que había estallado en este lugar.
A medida que avanzaba en el edificio, no podía evitar repetir en su cabeza la escena que había presenciado afuera. El hombre abandonado por sus compañeros había sido un extraño, y sus súplicas desesperadas habían llenado el aire con un eco perturbador. Pero la mente de Xu Feng era un torbellino de posibilidades.
¿Y si el grupo hubiera sido de amigos, llevados a una decisión macabra por la desesperación? O quizás el hombre había antagonizado a los demás de alguna manera, lo que llevó a su cruel abandono.