Mientras miraba el teléfono en la mesita de noche, los ojos de Xu Feng se llenaron de disculpas no expresadas. —Lo siento —susurró, su voz un eco débil en la habitación. Las palabras eran difíciles de articular en papel, pero el sentimiento pesaba mucho en su corazón. Lamentaba haberse ido, por no haber tomado el lugar de Xu Zeng en este mundo y por haberlo abandonado en esta vida.
Las lágrimas se acumularon en sus ojos mientras luchaba con sus emociones encontradas. En este mundo extraño que debería serle familiar, era un extraño para sí mismo, desgarrado entre dos vidas y dos versiones de sí mismo.
A medida que las lágrimas corrían por sus mejillas, el cuerpo de Xu Feng parecía reaccionar instintivamente, moviendo la energía a través de sus meridianos. Era casi como si sus emociones hubieran desencadenado una respuesta automática dentro de él. Exhausto y agotado por el trabajo del día, no pudo evitar hacer un balance de su condición.