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El carruaje avanzaba de forma constante por las calles del pueblo de Yilin, con el suave balanceo del vehículo arrullando a Xu Feng en un estado de relajación y dejando de lado la incomodidad.
Estaba envuelto en el abrazo protector de Xuan Jian, su cabeza descansando en el pecho de su marido mientras se deleitaba en el calor y el amor que lo rodeaban.
La fatiga que había marcado las facciones de Xu Feng no pasó inadvertida para sus atentos cónyuges. Lo que inicialmente parecía una sesión de mimos juguetones se había revelado gradualmente como un signo de agotamiento genuino.
Sus ojos lánguidos y el ligero fruncir de su ceño hablaban por sí solos, y estaba claro que no se encontraba en su mejor momento.
La primera parada fue la estación de mensajería, donde Xuan Yang entró para acelerar los trámites antes de su regreso a la finca Nanshan. Dentro del carruaje, Xu Feng permanecía anidado en los brazos de Xuan Jian, personificando la esencia de la indulgencia y el mimo.