Finalmente, estaba Xuan Jian, alejado del resto de los sirvientes, pero aún de pie detrás de Xu Feng y Xuan Yang, con una mirada tranquila en su rostro. El frío se había disipado con la partida de los Xuan, pero aún había restricción en su presencia.
Xuan Jian era alto, su figura imponente contrastaba con la serenidad de su rostro. Su largo cabello castaño recogido en un moño simple, cayendo por su espalda, y sus ojos grises, antes helados, ahora tenían un cierto calor.
Xu Feng se detuvo en su alegre baile, su vibrante sonrisa iluminaba la mañana temprana mientras el sol comenzaba a surgir. Era un nuevo día, y con él llegaba la promesa de cambio.
Hizo contacto visual con el joven maestro a su derecha, sus intenciones claras. No tenía planes de ser reservado. Xu Feng creía que todos aquí podían ser confiables hasta cierto punto, y si demostraban lo contrario, era mejor descubrirlo antes que después.