En plena noche, dentro de una de las habitaciones, una mujer se había vuelto loca, gritando a todos a la vista.
—¡Les dije que no quiero ser tratada! No me importa si tienen la médula ósea. ¡No voy a salir de esta habitación! —gritó, mirando con furia a los doctores y al hombre alto que estaba frente a ella, quien permanecía imperturbable.
—Has estado diciendo lo mismo todos los días, y yo he estado escuchando —dijo el hombre con calma—. Pero sabes que nada va a cambiar. Puedes seguir repitiéndolo; no nos importa. Ahora escucha a los doctores y coopera con los exámenes. Mañana tienes un procedimiento de trasplante de médula ósea.
—¡No voy a cooperar! —replicó ella enojada, dando un paso hacia él—. Aiden Shaw, deja de usar mi apellido y ¡lárgate de aquí!
—Entonces dime qué apellido debo usar —respondió él con calma.