Natalie terminó el jugo lentamente, charlando con Alberto, pero de repente, una extraña sensación se apoderó de ella. Su mano que sostenía el vaso comenzó a temblar. Tragó fuerte, una sensación inquietante se extendía por su ser.
Colocando el vaso sobre la mesa, miró sus manos: sus dedos temblaban y las puntas se sentían incómodamente calientes. Una extraña pesadez comenzó a apoderarse de su cuerpo, haciéndola sentir cada vez más desorientada. Exhaló bruscamente, angustiada.
—¿Estás bien, Natalie? —preguntó Alberto, notando su inquietud.
Natalie se levantó abruptamente. —Necesito... ir... al baño...
—Apúrate, entonces —dijo Alberto, pero Natalie ya se alejaba rápidamente.
John, presintiendo que algo no iba bien, la siguió de cerca. —Señorita Natalie, ¿qué sucede?
Natalie no respondió y siguió caminando, dirigiéndose directamente hacia los baños; sabía exactamente dónde estaban; no era la primera vez que estaba en el salón de eventos.