«¿Por qué tenía que ser él, de todas las personas?», pensó Justin mientras cruzaba miradas con un sorprendido Andrés, rezando para que el anciano siguiera la corriente y no dijera su verdadero nombre. Si Andrés lo llamaba Justin ahora, sus mentiras serían expuestas.
Si eso sucediera, ¿qué iba a hacer? Alberto se sorprendería, y Justin ni siquiera quería imaginar cómo tomaría esta decepción. Cuanto más miraba al feliz Alberto, peor se sentía.
Además, si realmente fueran expuestos, no podría quedarse con Natalie de esta manera y volvería a su aburrida y ocupada vida.
—¿Andrés? —llamó Alberto, notando el prolongado silencio de su amigo.
Andrés parpadeó, volviendo a la realidad. Se giró hacia Alberto, quien estaba sonriendo de oreja a oreja. —¿Ves? Tú también te has quedado sin palabras, ¿no? ¿No es impresionante Aiden?