—He pensado en mil maneras de decirle finalmente a Lyla lo que siento.
En un escenario habría flores, muchas flores, en otro, un solo tallo de flor entre mis labios, vestido hasta los dientes, con música suave de fondo y mil escenarios más que había buscado en internet.
Pero pensar que decidí saltarme confesar mis sentimientos, saltarme las citas y pasar directamente a pedirle que se casara conmigo... en una sórdida habitación de motel —eso no suena tan mal si no fuera porque ella se tensó en mi abrazo.
—Nathan...
—Lo digo en serio —dije, esperando que mi voz sonara firme—. Si fueras mi Luna, quienquiera que hiciera esto no tendría el valor de hacerlo. Nadie se atrevería a tocarte. Nadie tendría el poder de lastimarte así otra vez. Podría protegerte de todas las maneras posibles.
Ella se apartó un poco, girándose para enfrentarme. —No puedes simplemente —Nathan, el matrimonio no es algo que decides por una situación. Es...