—No puedo creer que esté de vuelta aquí —murmuré mientras cruzábamos el puente que limitaba con el mundo humano y la manada de Cresta Azul—. Todo parece igual.
—Bienvenida a casa, Lyla —Nathan alcanzó mi mano apretándola fuertemente mientras me daba una pequeña sonrisa.
Condujimos un rato en silencio mientras intentaba pensar en todo excepto en la tristeza que de repente se infiltró en mi corazón. Por primera vez, no veré a mi padre. No estará allí para quejarse de que aparezca de repente sin su permiso o algo peor.
—¡Ya llegamos! —dijo de repente Nathan, sacándome de mi ensimismamiento. Cuando miré alrededor, vi a Beta Jeremy – el padre de Nathan, junto con unos pocos guardias de la Manada parados fuera de la Casa de la Manada, con expresiones serias en sus rostros.
Miré al espejo una última vez antes de bajar del coche en brazos de Nathan. De inmediato, Beta Jeremy se acercó a nosotros.