Mientras Hildie luchaba por levantar la silla sobre el lomo del caballo, escuchó la voz degradada de Aaron venir desde atrás.
—¿A dónde vas con ese rocín inútil? —preguntó. Había un tono despectivo en su voz. Tomó un sorbo de whiskey de la petaca en su mano y la volvió a meter en el bolsillo de su chaleco.
Hildie sabía que no llevaba plata. Era algo que le causaba aversión.
La sirvienta respondió, manteniendo su tono neutral. No quería provocar la ira de Aaron.
—Tú... Tú dijiste que podía ir por medicina. Si encontraba una manera.
Había un brillo malévolo en los ojos de Aaron mientras se abría paso lánguidamente alrededor del caballo. Su sonrisa se parecía a la mueca de un lobo.
—Entonces, ¿encontraste una forma de pagar por la medicina? ¿Y de dónde sacaste dinero? Hmm...
—Es mi dinero personal —respondió ella, nerviosamente.