Mientras una ráfaga de aire helado barría la estrecha encerrona del pasadizo secreto por el que acababan de descender, provocaba que Faye se estremeciera. Miró a través de la estrecha apertura de la puerta, sorprendida por la asombrosa escena que se desarrollaba ante ella.
Un paisaje invernal se extendía ante los ojos de Faye mientras los pinos, adornados con esponjosa nieve, soportaban su peso en sus ramas. En medio de este tranquilo escenario, los sentidos de Faye quedaron cautivados por la fauna nocturna que emergía.
Observó a un zorro plateado y esbelto, cuyo pelaje brillaba bajo la luz de la luna, persiguiendo a un conejo de las nieves. La escena parecía peculiar para Faye, ya que notaba la ausencia de miedo en estas criaturas silvestres hacia los caballos y los caballeros, creando una atmósfera de serena armonía.