Mientras Sterling estaba a punto de llevar a Faye a los establos, vio aparecer a Merrick en el borde del bosque de Hallan. Sintió un alivio al verlo. Merrick era un maestro en controlar multitudes rebeldes y calmarlas.
La mirada firme de Merrick se encontró con la de los Duques, y asintió a Sterling, sabiendo ya lo que se esperaba.
El Duque se quitó la capa y la colocó sobre el cuerpo andrajoso de Faye. Tomó su mano en la suya y la guió con confianza hacia los establos, sabiendo que Merrick pronto tendría controlada la multitud.
El Duque comprendía la determinación de su esposa y sabía que no pararía hasta asegurarse de la seguridad del niño.
Los establos, una colosal estructura de madera, se extendían en una fila continua. Faye arrugó la nariz ya que la pungente mezcla de estiércol y heno fragante agredió sus sentidos.
Al acercarse, la viva sinfonía de voces juveniles se mezclaba con los resoplidos rítmicos y los suaves relinchos de los caballos en sus boxes.