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Fuera de la entrada al estudio, Sterling podía escuchar el delicado tintineo del tobillero de Faye y el suave pataleo de sus pies descalzos mientras vagaba por el corredor.
Toda conversación en el estudio cesó cuando los magos vieron al Duque levantarse de su silla. Sus cejas estaban fruncidas por la preocupación mientras procedía a abrir la puerta.
Los ojos del Duque se quedaron quietos al observar a Faye deambular sin rumbo por el pasillo.
—Sniff… —escuchó su sollozo y vio cómo Faye levantaba el brazo para limpiar algo de su cara en la manga de su camisón. Tenía curiosidad por saber por qué estaba fuera de su cama.
—¿Faye? —preguntó, con una voz baja y tranquilizadora. Se dirigió desde la entrada de su estudio hacia donde ella estaba inmóvil en el corredor.
Ella le daba la espalda, de manera que él no podía ver su cara, pero notó que los puños de Faye estaban fuertemente apretados. Sterling se preguntaba qué le causaba tal angustia.