Faye solo podía escuchar la respiración tranquila y pausada de Sterling en la habitación. Reposó su cabeza en su pecho y disfrutó del ritmo reconfortante de su corazón que la arrullaba hacia un estado de comodidad. Estaba agotada tras su sesión de amor. La mano de Sterling se desplazaba por su espina dorsal, alcanzando la nuca. Sus dedos tejían y torcían a través de sus largos y rubios bucles. Al acercarse más, Faye sintió cómo su cuerpo se movía. Sintió sus labios flexibles mientras depositaban un beso tierno en la corona de su cabeza.
—Gracias, mariposa —dijo él—. Ha sido verdaderamente increíble.